Confieso. Extraño.
Extraño los aires de Santana: Aquellos que secan mi garganta y dan comezón a los ojos. Los que ponen al cuerpo en un permanente estado de elevada temperatura y que empujan la arena del desierto al mar.
Extraño la escalera de los depas: La escalera con diseño blanco, tan fuerte que pensaba que ante el desprendimiento de la península, sería el lugar más seguro de donde asirse.
Extraño Playas: Su Café Ross, el malecón, sus espacios amplios, el EuroBistro, el Latitud 32, el faro, los cocos del mar y los Mariscos, el Yougurt Place en domingo, sus paisajes, arboles y calles bacheadas, los tacos Polo y el pan de la Denisse.
Extraño mi colchón: Blanco, grande, acojinado y confortable.
Extraño los raspados Playas: Aquellos de coco y nuez.
Extraño el mar: Con su espuma extraña que correteaba los pies, ver los delfines obscuros tan cerca de la playa, las Islas Coronado, la fiesta dominguera.
Extraño la escénica: los paisajes, sus mares y montañas, sus letreros y pendientes floreadas de mayo.
Extraño las asadas y los ceviches de camarón.
Extraño la cerveza Mexicali y la Tijuana Bronca.
Extraño mi hogar.
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