23.12.08

Metro San Lazaro

Siempre he pensado esto como un hecho: las mujeres han dado muestras de una enorme civilidad a lo largo de la historia en cualquier parte del mundo. Esta fue una certeza hasta este momento.
Hasta hoy había puesto los ojos en las abuelas mexicanas quienes -en muchas familias que conozco- han logrado llevar las riendas de los hogares a los que pertenecen de una forma -estable- a veces cariñosa y funcional. Las nueras, hijas, cuñadas, sobrinas, tías y hermanas siempre tratan de ocultar los conflictos a través de esas formas sutiles que tienen para manifestar sus desacuerdos: lo que se dicen entredientes y las miradas acusadoras que escanean al mismo tiempo.
Tienen una forma solidaria de actuar para resolver problemas que los hombres lejos estamos de igualar. Esta solidaridad se manifiesta de muchas formas: las idas al baño, el salir de compras, los consejos referentes al trato de los varones y las interminables tazas de café, entre muchos otros.
Sin embargo, hasta hoy no habia visto otras formas de solidaridad que implementan las mujeres en situaciones extremas. Un caso concreto es en el metro de la Ciudad de México.
Para aquellos extranjeros que puedan leer esto tendran que entender que el metro de la Ciudad de México es el lugar de concentración humana por exelencia en la capital del país. Los malos olores, los empujones, los arrimones, la lucha por encontrar un lugar, la lucha por entrar en el vagón, la lucha por llegar al anden, por evitar las filas en las taquillas, por separarse de los hombres en situaciones de tanta aglomeración han hecho que las mujeres desarrollen una nueva modalidad de solidaridad. Ha esta nueva forma de apoyo la he llamado "el arrimon positivo". Y esta en contraste con los arrimones que se dán en los vagones mixtos donde los hombres muchas veces tratan de establecer contacto corporal con ciertas partes del cuerpo de las mujeres que aquí no es necesario mencionar.
Este contacto corporal, este arrimon, este empujon concertado entre algunas de las usuarias del metro les es funcional y les sirve para cumplir una meta especifica: entrar al vagón del metro y desplazarse a sus lugares de destino para terminar o iniciar la jornada del día.
Yo nací, crecí y viví en la Ciudad de México y fui un usuario altamente recurrente del metro, así que puedo entender de la implementación de este típo de estrategias, sin embargo, a la luz de la distancia y del tiempo no puedo dejar de sorprenderme de lo que mi extrañada ciudad aún me puede ofrecer en el transporte público en las horas pico en la Ciudad.
Aquí dejo la evidencia, espero alguien me ayude a comprender todo esto.



1 comentario:

Trendy dijo...

Dios mio! Hasta donde hemos llegado! Imposible pretender progresar con "ciudadanas" de esta calaña. Ojalá nunca me encuentre a estas mujeres en el metro por que si las veo metiendose a mi vagón de esta forma las echo!!!