21.12.09














Regrese después de 8 años. El tiempo, es cierto, a veces parece detenerse. La gente más arrugada, con más pelitos blancos y mirada incendiada. Todos igual de fraternales.
Los niños han dejado de ser niños y han saltado a una casi adultez. Los cohetes en la madrugada celebrando el “8 chiquito”; el temporal que quemó la milpa y solo algunos vivarachos tendieron su maíz a los rayos del sol.
Los marranos aún deambulando por las calles apestosas y la fisonomía del lugar aún cruenta y estrafalaria.
Varias ausencias, poco calor, muchos jejenes.
Se extrañan las salsas de guaje verde, y el queso escurrido. Celebre el pan de lizo y la llegada de la telefonía local.
La única tortillería recién instalada en el pueblo, dará (desde mi perspectiva) al traste al sabor culinario más exquisito, leal y autentico de la región. Es cierto, hay cosas que se quedan, otras que llegan y algunas mas que ya no volverán.
Dormí bien sobre el tejido de la palma, y casi desapareció el temor al piquete del alacrán o el salto de la manquesca. Ahí tumbado en el suelo atolondrado desde antes que pintara el sol oía los movimientos diurnos de la gente preparándose para la celebración. Primero lo religioso: la banda de viento, las flores de pericón y cucharilla adornando las imágenes y el templo, los “principales” haciendo guardia cumpliéndole al pueblo y a su fe. Luego la romería: El pollo destazado, la venta del pan y la verdura, el cumpleaños de Tolentino. Las 5 de la mañana y los aires así eran de escandalosos.
Las noches se acompañaban de la charla, un trago de ron y las risas contagiosas de nuestros amables caseros. En el día las visitas y las semillas en la boca.
Varios ojos vidriados pero alegres. Muchas noticias, el mundo sigue.
Lo mejor, el mezcal.







1 comentario:

Hey Mr. Rain dijo...

¡Hey! Buscaba imágenes de los chicles Motita y dí con tu blog. Escribes muy bien. Saludos