15.2.10




Fue en agosto de 2008. Apostados en las bancas del Parque de la Amistad, mirando hacia el Norte, dos familias se encontraron admirados por el paisaje que les venía de frente: Una tanda enfilada de barrotes de metal que se los tragaba el mar; un sobrio reculeo del sonido de los “moscos” deambulando por la zona; un par de patrullas de la Border Patrol instalados en la cúspide de la arena; y la ciudad de San Diego que a lo lejos distingue sus rascacielos y el puente de la Joya a travesando la bahía. Paisaje común y agreste en el rincón de Latinoamérica. Es una tarde apacible en Playas de Tijuana, en el extremo oeste de la ciudad fronteriza.
Ubicados en lo alto del tumulto de tierra del lado mexicano, las familias y los niños que aun jugando se acomodaron a degustar los sabores que unos elotes calientes y unos raspados de sabor les daban a sus bocas. La tarde corría sin prisa.
Debajo, en la arena, a orilla del mar, dos hombres asomaban sus cabezas entre los barrotes que separa a los dos países. Acto común y cotidiano en el lugar. Arriba la calma.
Desde lo alto teníamos posición privilegiada para peinar el paisaje. El lugar, aún con una malla de metal corroída por el oxido, permite apreciar la calma del mar y los colores de la tarde.
Seis de la tarde, cambio de turno. El “mosco” se movió tierra adentro, la Border Patrol encendió motor y se perdió en uno de los caminos trazados para la vigilancia. Dos segundos después, como un chispazo de valentía y premeditación, uno de los hombres que abajo en la playa, asomaba su cabeza cruzo su cuerpo por los barrotes de metal y corrió sobre la arena blanquecina del lado americano. No volteo, ni titubeo. Siguió corriendo, cada vez más de prisa. Avanzo unos 50 metros, no desacelero, corrió y no volteo. Su meta: el pequeño caudal de agua donde crecen unas matas cortas de arbusto. Su fin último: la ciudad de San Diego.
Arriba las familias y los que observaban interpretábamos: es un loco que anda tanteando a la Border; deja que ya lo van a agarrar al cabrón.
El hombre se alejaba cada vez más. Arriba, un pequeño silencio.
De la duda, llego la certeza y los comentarios: Dale, dale; este cabrón si se aventó; pégale más rápido hermano que te van a chingar. Los comentarios venían incluso de los niños que viendo exaltada a la gente interpretaron la escena como un juego. Se emocionaron.
El hombre lo logro, se perdió a la vista y se perdió en las matas verdes del pequeño estero.
Tres minutos adelante. El segundo hombre inicio la misma carrera. Éste a diferencia del primero desde un inicio dudo. Cien metros delante la Border Patrol le sale al frente. El Jeep de apresta amenazante con luces encendidas y llantas derrapando, salpicando la arena. El hombre apremia el regreso. Los oficiales se estacionan a buena distancia, se bajan, encañonan el rifle y disparan. Arriba estupefactos señalando: Este no la hizo; dale, dale que te dan… dos disparos, uno dio en el blanco. La bala de goma pego en la pierna del corredor. Solo disminuyo la velocidad por el grito de dolor, pero siguió, ya estaba a pasos de llegar nuevamente a los barrotes. Este como el otro también lo logró. Cruzo de regreso y estaba a salvo.
Arriba, mujeres y niños emocionados por la escena gritaban de pie. Los hombres chiflaban y hacían señas obscenas a los de la Border Patrol. Todos participaban de la escena. La migración ilegal por Tijuana sigue siendo un acto de la vida cotidiana.
Los datos agregados así lo demuestran: La Encuesta sobre la Migración en la Frontera Norte de México (EMIF-NORTE) registra que en uno de los flujos (procedente del sur) con destino a la Frontera Norte de México y los Estados Unidos, ubica a los estados de Baja California y Sonora como las dos entidades fronterizas por donde mayor flujo de personas circulan. El estado de Baja California, y la ciudad de Tijuana en particular concentran cerca del 30% del total del flujo en todas las fases en que se ha registrado el flujo. Las políticas de control de las fronteras implementadas por el gobierno de los Estados Unidos desde 1993 y hasta la fecha, no han sido efectivas en detener el flujo de personas que de manera indocumentada tratan de llegar a los Estados Unidos, más aún sus efectos solo se han visto en tres aspectos: en el desvió del flujo hacia zonas mas peligrosas (como lo es el desierto de Sonora); en el aumento de los costos que implica realizar el cruce y finalmente en la importancia de los actores (polleros, coyotes) que se necesitan para realizar el cruce. En conjunto las medidas adoptadas para el control de las fronteras han representado la muerte de cerca de 5 mil personas en este periodo.
Luego de descansar un poco en la arena, el segundo hombre subió hasta donde estábamos todos. Las familias se arremolinaron a hacerle preguntas. El hombre estaba bien. Había sido deportado hacia una semana. Tenía 12 años viviendo en Los Ángeles y su familia aún se mantenía allá. Era originario de Zacatecas y estaba solo. Había conocido al primer hombre en “la línea” y habían planeado en ese momento intentar cruzar. Luego de pedirnos un poco de dinero para la cena comentó: aquí me quedo. Ahora tendré que esperar a la una de la mañana el cambio de turno para volverlo a intentar. Espero en dos días estar en casa. Luego de ello se fue.
Las familias comenzaron a organizar su retiro. Eran las 7 de la tarde y la noche comenzaba a aparecer, pero los niños aún exaltados preguntaban a cualquier hombre solo que veían acercarse a la zona. ¿Usted también es migrante? ¿También va a cruzar? ¿Lo podemos ver?

De la colaboración en: http://www.huellasmexicanas.com/

2 comentarios:

Hey Mr. Rain dijo...

Hace tiempo entrevisté para un empleo a una mujer recién deportada de EU.
Su desesperanza, emotividad e impotencia me dejaron exactamente los mismos sentimientos.
Los dejan sin nada, nada...

Anónimo dijo...

Hola Abdel, soy Tanguy. Regreso de Las Playas, Tijuana. 5 días maravillosos, y un poco locos en esta ciudad encantadora. Como tus artículos, muy bien escritos.
Ese día, para mi, la playa era en construcción, del otro lado del muro, un ciclista gringo pláticaba con un Ranger negro. A los mexicanos presentes, les valían madre esta escena. Abrazaban el elote y la pancita de su pareja.