23.7.10

Laagan

-Me forme al 20 para las 7 PM. Solo 30 personas estaban delante de mí. Tarde lluviosa. Gente fumando y tomando café en las sillas frías del lugar.

-Buenas tardes -me dijo- y rompiendo el boleto me sonrío. Adelante caballero –añadió- y con mi otra mitad en la mano, pase. 35 pesos al mostrador por unas palomitas encajueladas en un amplio cartón azul y un Boing de mango. Ya estaba armado.

-7 PM en punto. La luz se apago. La pantalla se ilumino. Con un acento extraño, un ingles algo confuso comenzó la historia.

-Parajes desérticos de la India de mediados del siglo. Una aldea o villa encrispada por un sol agobiante que ahuyentaba la pesadilla de la ocupación Británica a momentos. El móvil: la sanguinaria situación que se impuso a los lugareños a pagar doble tributo (Laagan) a su exelentisima Reyna. Sin lluvia y sin tierras productivas el doble Laagan se convertía en un derroche sanguinario de poder de un lado y miseria del otro. Una apuesta de por medio: si en un partido de criquet los lugareños ganaban a los ingleses el Laagan se condonaría no solo a los de la Villa sino a toda la comarca por 3 años consecutivos; en caso contrario el Laagan se cobraría al triple. Historia de respeto y dignidad cargada de colores y aromas a incienso. Un musical con cantos lamenteros que con emotivo significado enfrenta al espectador a una ríspida ilusión de alegría y emoción.

-La sala casi llena en su totalidad. La historia conforme se desarrolla va clavando al espectador en su butaca olvidando el mal tiempo de afuera y las palomitas depositadas entre las piernas.

-Tres veces la oscuridad. Tres veces se fue la luz, tres veces chiflidos y refunfuños nos sacaron del trance al que sin trabajo íbamos entrando.

-Nunca como esta vez presencie una proyección de cine viva. La sala entera participaba de las emociones: a la hora de reír una avalancha de carcajadas se asomaba por cada hueco del mentón; a la hora de indignarse los dedos formaban un puño armado listo para ser disparado; en el éxtasis de la alegría involuntariamente todos aplaudíamos al unísono; y así con cada lamento, con cada amorío nacido, con cada personaje polvoso. Fue sin duda el mejor público; es sin duda mi mejor proyección.

-10: 30 PM. Larga proyección, largo sulfuro. THE END en la pantalla… los aplausos de píe continuaron largo rato, y los recuerdos, las risas y los cuchicheos continuaron hasta la máquina de pago de estacionamiento.

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