31.7.10

Al Norte con Pena

Al otro día no había tanta especulación. Sólo calaba el dolor y la tristeza. La furia aún andaba vacilando por los aires del pueblo. Dijeron que había tomado y que andaba rijoso el ambiente. Es raro pues en todos los años que tenía de conocerlo, nunca lo había visto borracho, ni si quiera lo había visto empinándose alguna bebida de esas que raspan el cogote.

Yo me mantuve incrédulo ante la noticia. Lo malo es que ya había sido un hecho confirmado pues hacía dos meses que todo había ocurrido. No tenía oportunidad de entrar en dudas. Pero aún con la aguja de la certeza, no lo podía creer: No él, no ella –pensé-.

Fue por celos dijeron muchos. Fue un arranque… un instante en que hablo el diablo y el mundo cambio.

Quizás ya lo había planeado pues se había acercado a las mujeres mayores, esas que guardan la autoridad bajo el sobaco y su dignidad es inquebrantable. –No quiere volver conmigo tía, cómo le hago- le pregunto desconsolado, pidiendo refugio y piedad. –Ya déjala muchacho- paciente le contesto.

Esa tarde salió de su casa y no sé si supo que no podría regresar. Con qué cara iba poder volver: Con el alma fracturada, la vida quebrada y tan lleno de lamento; ahí ya no cabría.

-Se perdió mijo-, dijo su madre aún afligida cuando la visite en el pueblo.
Esa tarde, ya casi obscurecía, subió la cuesta de la escuela empedrada y fue directo a casa de sus padres. Se miraron por última vez. Nadie sabe cómo se vieron los ojos, nadie sabe lo que se dijeron. Solo gritos después. Alboroto en el solar, lamento en la tierra. El detonante: nuevamente le dijo que no.

La agarro y pico de una vez. Todo tenía que terminar pronto, era mejor hacerlo bien. El aullido fue de desgarro… aún así corrió hacia adentro, pero nadie pudo hacer nada. La alcanzo y al zurcir con la fuerza de la mano vino el silencio. Ella se estaciono ahí. Él migro.

El dolo y la culpa vinieron después. También el entierro vino acompañado de la blasfemia: Ante el dolor profundo, la amenaza liberadora.

La familia completa se quebró, el abuelo se quedo un poco más opaco y los hermanos se separaron. Todos saben que migró.

Paso el tiempo y no ha habido noticias. Yo entré al panteón en mayo a saludarle y despedirme. Nadie me quiso acompañar, creían que lo estábamos escondiendo. No es así, también a nosotros nos dolió. No la encontre.

Se conjura que se fue a Chicago o North Carolina, pues allá están los paisanos. No se sabe… nadie lo ha visto o a nosotros no nos cuentan: Son cosas de la familia y del pueblo.

Se fue al Norte, lleva camisa blanca gastada. No es un asesino, solo se le mancho el corazón…. Y como bien sabe la madre: Se perdió.

Colaboración en: Huellas Mexicanas

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