9.11.10

Fabiana




1.
Lo miraba desde el espejo quebrado. Mirada aún altiva que curte a una persona de riesgos. No había más ruido que el de fierro retorcido y quemado. A su lado, la mano inerte prendida de la perilla que baja y sube la ventana. Al frente su mirada se perdía en un caleidoscopio creado por los vidrios partidos y las gotas de sangre. En su mano vio que sostenía la foto vieja y pensó que era de algún amor.
2.
Tres días de camino por el Altar. Tierra estéril a veces café, a veces ambarina. Un huizache hacia la sombra donde había que reposar el cuerpo durante el día. Al atardecer, cuando caía el sol, había que renovar la marcha.
Dos botes de agua caliente por el tiempo y el clima en cada mano se hacían menos pesados y se empezaba a preocupar. Una lata de atún, pan Bimbo y rajas la Costeña completaban el menú. Al tercer día todo se acabo y ya había varios rezagados: eran tres, se cansaron, nadie los espero. Él tenía algo de culpa pero avanzo. Ahora que estaba en el freeway y la camioneta ya venía, se reconforto. Pensó que lo había logrado.
3.
Miércoles 3 de junio. Viento frio en la mixteca Alta. Mochila en mano; despedida fugaz. Esta sería la tercera vez que iría. Dos años estuvo allá la primera vez; unos meses la segunda y esta última iba por cinco años. Se había casado recién y tenía que pagar por la compra del terreno y la construcción de la casa.
Sin más familia que Fabiana, su mujer, iría a trabajar en la construcción. Junto para el pasaje y se endrogo con el prestamista de la región para el pago del Coyote. Iba solo, pensaba ya conocer como estaba la movida.
En su cartera la dirección de un nuevo patrón al que contactaría llegando y la foto de Fabiana. Él se fue, ella lo esperaría.
4.
Cuando se subió, no se atrevió a emitir un juicio pero no supo si estaba tomado o drogado. No le dio confianza y tuvo la corazonada de mejor no subirse, pero en esas circunstancias, no dio paso a la intuición y lo hizo, se subió. 3 km adelante, luego de un volantazo brusco la camioneta se volteo. Él ya no pensó nada, no pudo. En un minuto solo tuvo el reflejo de aferrarse a la foto que saco de la cartera arremolinada en la bolsa de la camisa. La agarro, se aferro a ella y la empuño en su mano. Dio un último grito de espanto y luego todo se apago.
5.
Él seguía viendo como se le iba el dolor. Moriría de Coyote pensó. Se acomodó y miró cómo aquel hombre que iba a su lado, solo sostenía una foto. Nunca sabría que se llamaba Fabiana.

De Colaboración en: www.huellasmexicanas.org

1 comentario:

YTA dijo...

Siempre es un gusto leerte. Tenía tiempo sin pasar por tu blog, pero con esa pluma tan sabrosa seguro que vuelvo. :)